domingo, 29 de marzo de 2015

EL ORIGEN DE LA SEPARACION DE AUTORIDADES ADMINISTRATIVAS Y JURISDICCIONALES EN FRANCIA -En la base del surgimiento del Derecho administrativo-



A mi ahijado Miguel Valerio, quien se encuentra de visita en París.

     La existencia del Derecho administrativo ha sido “en cierto modo, milagrosa”.  No “es ni puede ser un derecho como los restantes..se podría decir, si estas palabras tuvieran significado, que es un derecho político y no un derecho jurídico” ( Prosper Weil).

     Ese derecho milagroso fue producto -“aparentemente”- de un temor de los revolucionarios franceses originado en el comportamiento de los Parlamentos Judiciales, especialmente al final del ancienne regime, no por el ejercicio de la función jurisdiccional en si, sino porque, como ha señalado Jacques Chevalier, además de su función natural, participaban de la función legislativa a través del registro de las ordenanzas reales, se atribuyeron el derecho de hacer reglamentos en materias que interesaban al orden público, y citaban a los agentes administrativos del Rey para darles vigorosos reproches. Además “eran conservadores y hostiles a las autoridades y a las ideas nuevas”(Jacqueline Morand-Deviller) que para “modernizar la administración y reformar la sociedad” impulsaron Luis XV y Luis XVI (Prosper Weil).

     La manera en que los revolucionarios reaccionaron frente a esa desnaturalización de la función judicial, amparados en la concepción rígida de la separación de poderes formulada por Montesquieu, se plasmó en la famosa Ley del 16-24 de agosto de 1790, que dispuso que “las funciones judiciales son distintas y se mantendrán siempre separadas de las funciones administrativas; los jueces no podrán bajo pena de abuso de funciones, obstaculizar en modo alguno la actividad de los cuerpos administrativos, ni convocar ante sí a los administradores por causa de sus funciones”. 

     Napoleón Bonaparte, en 1804, en apoyo del principio de separación de autoridades administrativas y jurisdiccionales, incluyó en el articulo 5 del Código Civil lo siguiente:

Se prohíbe a los jueces fallar por vía de disposición general y reglamentaria las causas sujetas a su decisión”.
    
      Y, dos años más tarde, Bonaparte reforzó su apoyo al principio revolucionario, en el Código Penal:

“Art. 127.- Se considerarán reos de prevaricación, y serán castigados con la degradación cívica: los jueces, fiscales o sus suplentes, y los oficiales de policía que se hubieren mezclado con el ejercicio del Poder Legislativo, dando reglamentos que contengan disposiciones legislativas o suspendiendo la ejecución de una o muchas leyes o deliberando en cuanto a saber si las leyes se ejecutarán o promulgarán.

Art. 128.- Se castigarán con la misma pena, los jueces, fiscales o sus suplentes, y los oficiales de policía que se excedieren en sus atribuciones, ingiriéndose en materias que correspondan a las autoridades administrativas, ya sea que reglamenten en esas materias, o ya que prohíban que se ejecuten las órdenes que emanen del Gobierno.

Art. 129.- Además de las penas señaladas en los artículos de esta sección, se podrá condenar a los culpables a los daños y perjuicios que hubieren ocasionado”.

     Es en este contexto que se origina el lema de que “juzgar a la Administración era administrar”, dando paso así a la existencia en Francia de dos ordenes jurisdiccionales paralelos, la jurisdicción judicial y la jurisdicción administrativa, esta última inserta orgánicamente en el seno del Poder Ejecutivo, primero en forma de “justicia retenida” y más adelante, a partir de 1872, como “justicia delegada” en manos del Consejo de Estado.

     En Francia, administrativistas de la talla de Jean Rivero y del famoso “decano” Georges Vedel, tuvieron la oportunidad de plasmar, en sus clásicas obras de Derecho Administrativo, sus criticas al concepto de que “juzgar a la Administración era administrar”.

     Decía Rivero:la jurisdicción administrativa no es una necesidad; hay países que no la tienen..En Francia ella nació de un conjunto de circunstancias históricas; y ha sobrevivido por razones prácticas”. 

    Por su parte el decano Vedel expresaba: “En el terreno de la lógica, el hecho de que en un proceso en que estuviera implicado el poder ejecutivo (es decir, la Administración desde el punto de vista que nos interesa) fuese juzgado por un tribunal judicial no constituiría en modo alguno una intromisión del poder judicial en el ejercicio del poder ejecutivo.  El juez está encargado de declarar el Derecho y de asegurar la aplicación de la ley, y su intervención no tendría el carácter de una invasión, siempre que se atuviese a los términos de su misión”.

     En una completa obra jurìdica sobre este tema denominada “La autoridad judicial y el contencioso de la administración.  Vicisitudes de una ambición”, Gregoire Bigot indica que la desnaturalización del principio de separación de las autoridades administrativas y jurisdiccionales, y la exclusión final de los tribunales judiciales en el contencioso de la administración, es el producto de la ambición política y el autoritarismo de la Administración napoleónica que, como señalò García de Enterría, bajo el pretexto de “finir la Rèvolution” necesitaba adoptar un conjunto de medidas, como la de posibilitar las ventas de los bienes nacionales, impedir la revisión de las medidas sancionatorias impuestas a los emigrados, confirmar la nacionalización revolucionaria de las deudas adscritas a los bienes de fundaciones, iglesias y municipios que fueron confiscados al inicio de la Revolución, todo sin sufrir “a los ojos del poder, de la intervención de los tribunales” (Bigot), dando surgimiento asì a la justicia administrativa, primero en forma de justicia retenida, y posteriormente como justicia delegada en 1872, a cargo del Consejo de Estado.

   Y es que en términos estrictamente jurídicos, como ha tenido ocasión de señalar Pierre Devolvè, la Ley del 16-24 de agosto de 1790, de ninguna manera prohibía a los tribunales conocer el contencioso de la administración, sino solamente confiar las funciones judiciales a órganos ejecutivos o legislativos y las funciones ejecutivas al legislador o a los órganos judiciales.

     Mas recientemente, una de las mentes más brillantes del Derecho administrativo español, el Profesor José Luis Meilàn, en su obra “Categorías Jurídicas en el Derecho Administrativo”, siguiendo el testimonio de “un testigo cercano de los hechos” como lo fue Cormenin, nos muestra con crudeza la realidad política que subyace en el principio de separación de las autoridades administrativas y jurisdiccionales:

“Es una verdad que existe hoy una multitud de derechos adquiridos y de intereses privados que cubren la faz de Francia y que tienen su fundamento en la Ley administrativa cuyo origen no se remonta más allá de la Revolución”. Dicho más llanamente, la revolución crea unos intereses; posteriormente tiene que proteger jurídicamente esos intereses aunque sea distorsionando las reglas jurídicas tradicionales, para evitar la decepción y la enemistad de los beneficiarios que son al mismo tiempo el soporte de la Revolución.  Por eso, sigue afirmando Cormenin, la Asamblea constituyente temió redescubrir los parlamentos antiguos en los tribunales; “no pensó más que en las necesidades o si se quiere en las urgencias de su política, pero no suficientemente en las necesidades de la Justicia”. Los derechos debían ceder al imperativo revolucionario”.

          Esas realidades políticas que condicionan el “Derecho”, fueron las que posibilitaron que a través de una “justicia administrativa” separada del Poder Judicial, inserta en el Poder Ejecutivo, en cabeza del Consejo de Estado, se sentarán las bases de una creación “pretoriana” del “Derecho administrativo”, sobre la base de unos rasgos precisados con un ejemplo de concisión por el Tribunal de Conflictos Francés en la “Arret Blanco” del 8 de febrero de 1873: “reglas especiales que varían en función de las necesidades del servicio y de la necesidad de conciliar los derechos del Estado y los derechos de los particulares”. Por ello Prosper Weil decía:

El Consejo de Estado ha segregado el derecho administrativo como una glándula segrega su hormona: la jurisdicción ha precedido el derecho y, sin aquella, éste no hubiese nacido”.


Santo Domingo de Guzmán.
29.03.2015



domingo, 22 de marzo de 2015

ENTRE LA CUANTIFICACION Y LA REGULARIZACION: Una manifestación clara de la omisión estatal en lo que respecta a la migración irregular a República Dominicana

I

     En el año 2012, la Oficina Nacional de Estadísticas, con el auspicio del Fondo de las Naciones Unidas para Actividades de Población y de la Unión Europea, tuvo a bien llevar a cabo la Primera Encuesta Nacional de Inmigrantes a la República Dominicana (ENI-2012).

     Conforme a esta encuesta en la República Dominicana habitaban unas 524,632 personas de nacionalidad extranjera, de las cuales 430,602 se encontraban en situación migratoria irregular, ya que conforme a la Dirección General de Migración sólo 94,030 personas extranjeras contaban al momento de su realización con residencia legal en el país.

     Esta medición resulta importante de cara al tema migratorio de personas de nacionalidad haitiana a República Dominicana, porque desde los años 60 del siglo pasado se ha estado especulando, sin base alguna, sobre cuántos habitan realmente en el país, e incluso sucesivos gobiernos han manifestado la decisión de realizar un censo para determinar exactamente cuántos haitianos habitan en la República Dominicana con fines de poder determinar una política pública sobre regularización de estos extranjeros.

II

     En una entrega anterior tuve la oportunidad de señalar que el 5 de diciembre del año 1966, el entonces Presidente Joaquín Balaguer afirmaba en un discurso a la nación que unos 300,000 haitianos habían penetrado de manera irregular al país tras la caída de la dictadura. 

     A pesar de que esa cifra respecto de la cantidad de haitianos en la República Dominicana continuó repitiéndose en los años siguientes, en fecha 17 de octubre de 1969, el entonces Director General de Migración, Juan Rafael Estrella Rojas, declaraba que “cuando Migración dice que desconoce el número real de haitianos en el país actúa sensatamente” ya que a su decir “no dispone de elementos de juicio contundentes y precisos para citar cifras, y que oficialmente sólo figuraban registrados en esa dependencia unos 35 mil haitianos” (El Nacional).

     En el año 1973, otro Director General de Migración, el General retirado Cesar A. Oliva García consideraba exagerado que en el país residieran ilegalmente 200,000 haitianos (Estima “Exagerada” Cifra De los Haitianos Ilegales”.  El Caribe, 9 de mayo de 1973).

     La cantidad de haitianos en situación de ilegalidad migratoria volvió a ser tema reseñado por la prensa nacional en el año 1979. 

     El 30 de junio de ese año, el Dr. Nelson Didiez, Vice-Presidente del Centro de Refugiados Jean Henry Dunant, afirmaba que en la República Dominicana vivían unos 250,000 nacionales haitianos (El Nacional).  Por su parte, para el Secretario General de la Confederación Sindical Clasista José Gómez Cerda la cantidad de haitianos residiendo ilegalmente en el país en 1979 era de alrededor de 300,000 braceros haitianos (El Caribe, 20 agosto 1979); mientras que para el Senador Víctor Gómez Berges esa cantidad ascendía a 400,000 haitianos ilegales” (El Caribe. 13 de diciembre 1979).

     En el año 1981, el periódico El Caribe se hacía eco de un trabajo elaborado por el Secretariado Técnico de la Presidencia sobre “Participación de la Mano de Obra Haitiana en el Mercado Laboral” en el que se estimaba la cantidad de haitianos en el país en 200,000.

     Saltando en el tiempo nos encontramos, que el 18 de julio de 1997, el Lic. Danilo Díaz, Director General de Migración del primer gobierno del Presidente Leonel Fernández, señalaba que la presencia de haitianos ilegalmente residiendo en la República Dominicana era cercana a la cantidad de 500,000 (Migración cree hay cerca de 500 mil haitianos en República Dominicana.  El Siglo, 19 julio 1997); mientras que, en esos mismos días, el reformista Angel Lockward aseguraba “que la cifra está cerca del millón” y que “dentro de 30 años alcanzará más de dos millones” (El Siglo, 19 julio 1997).

     Ya en la administración del Presidente Hipólito Mejía, su Canciller Hugo Tolentino Dipp consideraba entre 500 mil y un millón la cantidad de haitianos en República Dominicana (Periódico El Siglo, 24 agosto 2000); para el Director General de Migración, general retirado Trajano Moreta Cuevas, “en el país hay más de un millón de ciudadanos haitianos” (Listín Diario, 27 octubre 2000); mientras que el Presidente del Partido Revolucionario Dominicano de entonces, Lic. Hatuey Decamps Jimenez, estimaba en un millón la presencia de haitianos en nuestro territorio (Periódico El Siglo, 1 noviembre 2000).

III

     Paralelamente a la ligereza de la cuantificación de ciudadanos haitianos habitando en República Dominicana en situación de ilegalidad migratoria, durante estas últimas cinco décadas ha estado presente en el debate público la necesidad de realizar censos que precisen su cantidad real.

     El 5 de septiembre de 1968, el periódico El Caribe titula una noticia de la siguiente
manera: “Determinarán Cantidad De Haitianos en el País”.  Daba cuenta el periodista Rafael I. Rodríguez G, de unas declaraciones del entonces Director General de Migración, Manuel De Jesús Estrada Medina, donde informaba que se iba a llevar a efecto una reunión para determinar “definitivamente” la cantidad de nacionales haitianos que residen en el país, y que los que residan ilegalmente serán devueltos a su país, con la sola excepción de los que tuvieran problemas políticos con el régimen entonces imperante en Haitì.

     Algunos días después, el 12 de septiembre de 1968, el periódico El Caribe reseñaba que el Secretario de Estado de Interior y Policía había declarado que el Presidente Joaquín Balaguer dispuso la erogación de RD14,000.00, para iniciar el censo de haitianos residentes en el país, y que a tales fines se iba a ofrecer un cursillo intensivo para unos 200 empadronadores que tendrían a su cargo la tarea.

     El anuncio de la realización de este censo generó preocupaciones por los predios del Consejo Estatal del Azúcar (CEA) de cara a la realización de la zafra azucarera que se avecinaba, ya que se consideraba que el mismo “arrojará un balance desfavorable para miles de haitianos que se dedican al corte de la caña y que viven ilegalmente en territorio dominicano”. 

     El Secretario de Estado de Interior y Policía Dr. Federico Máximo Smester, calmaba esas preocupaciones declarando que el “emporio azucarero estatal puede utilizar braceros haitianos “regularizándoles” su permanencia en territorio dominicano”, a la vez que defendió los propósitos del censo afirmando que “el gobierno se resiste a tener nacionales haitianos residiendo ilegalmente en el país” (Censo de Haitiano No Afectara al CEA. Listín Diario, 15 octubre 1968).

      Increíblemente el 14 de diciembre de 1972, el periódico El Caribe traía el siguiente titular: “Pide Censo de Haitianos”.  Esta vez, el Dr. Francisco Rodríguez Lazala, miembro de la entonces activa Comisión Nacional de Fronteras, declaraba que en el país “hay millares de nacionales del vecino país que no tienen los documentos oficiales que les autoricen a vivir aquí”.

     Algunos días después, el 19 de diciembre, el editorial del periódico El Caribe titulado “El Censo de Haitianos Ilegales”, decía: “Creemos que la idea de que se realice un censo lo más exacto posible del número de haitianos que residen ilegalmente aquí figura entre las mejores sugerencias que para la solución de este difícil problema se ha hecho.  El censo, ante todo nos libraría de tantas especulaciones alarmantes acerca del número de haitianos en nuestro país y de las maneras de que se valen para entrar; nos daría, además, un fuerte asidero para emprender –de forma civilizada y humanitaria- una labor efectiva de rescate de lo nuestro”.

     Pasan los años, y nada!.

     El 23 de septiembre de 1980, el Presidente Antonio Guzmán Fernández, anunciaba que se estaba “preparando un plan de investigación masiva para detectar los haitianos que viven ilegalmente en el país”.  Declaró asimismo el Presidente Guzmán que aunque la investigación “no tendrá carácter de censo”, si permitirá “establecer con precisión los nacionales haitianos que viven aquí en condiciones irregulares” (AG Afirma Determinarán Cifra Haitianos Ilegales.  El Caribe, 24 septiembre 1980).

     Y 20 años después de la declaración del Presidente Guzmán Fernández, el periódico El Siglo titulaba una noticia del mismo tema de la manera siguiente: “El Canciller favorece un censo de haitianos residentes en RD”.  Recogía el desaparecido diario matutino, unas declaraciones del Secretario de Relaciones Exteriores del recién instalado gobierno del Presidente Hipólito Mejía, el Dr. Hugo Tolentino Dipp, en las que señalaba que “ya es hora de un censo que determine objetivamente la realidad de la presencia haitiana en territorio dominicano dentro de un marco de respeto a los derechos humanos”.  Agregaba el entonces Canciller Tolentino Dipp: “la presencia haitiana es una carga social muy fuerte, que un país pequeño como la República Dominicana no tiene los servicios sociales suficientes como para soportar medio millón o un millón de haitianos”.

     En la segunda administración de gobierno del Presidente Leonel Fernández, el Dr. Franklin Almeyda Rancier, entonces Secretario de Estado de Interior y Policía, luego de concluir una reunión del Consejo Nacional de Migración creado por la Ley General de Migración de 2004, declaró que “el gobierno hará un censo en el más breve plazo posible para determinar la cantidad de extranjeros que residen en el país de manera legal y regularizar a los que están indocumentados” (Censo determinará status de extranjeros en el país.  Periódico Hoy, 19 julio 2005).

     Tres años después, el 10 de noviembre del año 2008, al comparecer al Desayuno del Periódico Listín Diario, el mismo Dr. Almeyda Rancier declaraba que tenían “en carpeta un plan de registro de extranjeros que incluye la realización de un censo para determinar la cantidad de extranjeros que viven en territorio dominicano”.

IV

     La Ley General de Migración del año 2004, dispuso en su artículo 151, la realización de un Plan Nacional de Regularización de  extranjeros ilegales radicados en el país.

     Pero en la República Dominicana, desde al menos 36 años atrás, se hablaba a nivel oficial de la necesidad de regularizar la situación de los ciudadanos haitianos que habitaban en nuestro territorio al margen de un status migratorio legal.

     “Estima Deben Regular su Status Haitianos Residentes en el País”.  Ese era el titular de primera plana del periódico El Caribe del 16 de julio de 1968. Bajo ese titular se recogían unas declaraciones del Director General de Migración, Manuel De Jesús Estrada Medina, en el sentido de que “los nacionales haitianos que se encuentran ilegalmente en la República Dominicana deberán regularizar su situación” y que los que no lo hicieren “serán enviados a la justicia como primer paso”.

     El 2 de junio de 1975, el tema de la regularización de haitianos ilegales en República Dominicana volvió a ser tema noticioso.  Esta vez, el Presidente del Consejo Nacional de Fronteras, el Dr. Carlos Cornielle abogaba por que las autoridades de la Dirección General de Migración “regularicen la situación de los haitianos que viven ilegalmente en el país”. “Si aquí hay 150 mil haitianos y no tienen papeles, pues para su país” aunque observó que “la medida debe aplicarse suavemente ya que las relaciones dominico-haitiano están al máximo de cordialidad y no deben romperse” (Sugiere se Regule Status Haitianos. Listín Diario, 2 junio 1975).

     La regularización de la situación migratoria de ciudadanos haitianos en nuestro país fue también tema de debate en el curso de un Congreso Iberoamericano de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social presidido por el Dr. Rafael Alburquerque en el año 1980. 

     Dicho Congreso, en el que participaron más de 200 juristas iberoamericanos, a petición del destacado abogado dominicano Dr. Ramón Antonio Veras, expresó su aspiración de que las autoridades dominicanas “adoptarán urgentemente  medidas apropiadas que regularicen la situación de los migrantes haitianos para mejorar sus condiciones de vida y de trabajo, en razón de que no existe actualmente ningún instrumento legal en ese sentido” (Piden Regularicen Situación Emigrantes Haitianos en RD. La Noticia, 21 julio 1980).

     10 años después, el 15 de octubre de 1990, el Presidente Joaquín Balaguer, ante las denuncias formuladas contra el país en el seno de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se vio precisado a dictar el Decreto 417-90, mediante el cual se instruía a la Dirección General de Migración a regularizar la presencia de los nacionales haitianos en el territorio dominicano, considerando esa medida como “del más alto interés para la República”.

     El siguiente año, el Presidente Balaguer al referirse a los inmigrantes haitianos en el país aseguró que “esas gentes no están felices aquí y su presencia es por necesidad y el Gobierno está consciente de eso” por tanto “les da facilidades para trabajar en construcciones y empresas particulares” (Listín Diario, 30 agosto 1991).

     A comienzos de la primera presidencia del Dr. Leonel Fernández, el Secretario de Estado de Interior y Policía, Lic. Norge Botello, frente a las críticas que le eran formuladas por la prensa haitiana al gobierno nacional por las repatriaciones dispuestas, señaló lo siguiente: “Nosotros estamos actuando en base a procedimientos legales que establecen las leyes migratorias del país.  Nadie puede alegar persecución contra nadie porque lo que estamos aplicando son las leyes.  Lo irregular sería hacernos de la vista gorda como hicieron otros gobiernos, incluso el de Balaguer, y permitir que los haitianos hagan una vida normal sin tener la documentación de lugar”.  A la vez, el entonces Secretario de Interior y Policía informó que “las actuales autoridades se proponen regularizar la presencia de los haitianos en suelo dominicano” (Se regularizará presencia aquí de los haitianos.  Periódico Hoy, 28 enero 1997).

V
                                   
     Esta cronología de eventos y noticias evidencia que durante cincuenta años se estuvo hablando de la necesidad, primero, de censar la población migrante en el país y segundo, regularizar esa población para superar el problema de la irregularidad migratoria de un número considerable de extranjeros, especialmente de nacionalidad haitiana. Sin embargo, fue mucho hablar y poco hacer. La demagogia siempre imperó sobre la sensatez y la responsabilidad. Y en esto han sido responsables todos los partidos políticos que han estado en diferentes períodos a la cabeza del gobierno nacional.

     Como hace muchos años expresaba el hoy Presidente del Tribunal Constitucional dominicano, Dr. Milton Ray Guevara, uno “de los siete pecados capitales de la sociedad dominicana consiste en dejar que los problemas hagan crisis para tratar de resolverlos o sacar provecho de los mismos”; por ello decía que el “tema haitiano no puede ser tratado partiendo de la pasión y de la emoción.  Por el contrario, la razón debe primar en su examen.  La situación de los braceros debe servir para que formulemos una política de Estado sobre la cuestión haitiana que abarque aspectos tales como: cooperación económica, científica, cultural y técnica, desarrollo común de la zona fronteriza, reforestación, migración e inmigración, salud pública y seguridad nacional”… ya que “nuestra pretendida superioridad frente a Haitì nos hace olvidar la realidad de que no podemos tomar una gran sierra y separar la parte oriental de la parte occidental de la isla” (República Dominicana y Haití: El Divorcio Imposible. Listin Diario, 7 julio 1991).

El proceso de regularización migratoria que lleva a cabo el gobierno del presidente Danilo Medina responde a varios factores: primero, ha sido demandada durante años, pero ningún gobierno se había dispuesto a lidiar con un problema tan complejo como este; segundo, la ley de migración del 15 de agosto de 2004 dispuso, como se indicó, la realización de un Plan Nacional de Regularización de Extranjeros en condición migratoria irregular; y tercero, la Sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional dispuso que el Consejo Nacional de Migración definiera dicho plan y exhortó al Poder Ejecutivo a su implementación. De modo que este proceso de regularización migratoria es la expresión tanto de una demanda social como de disposiciones legales y jurisdiccionales. Por primera vez, pues, se está abordando una problemática sobre la que otros hablaron mucho, pero literalmente no hicieron nada!

    




lunes, 9 de marzo de 2015

EL ORIGEN DEL "CUCO" DE LA INVASION DE HAITIANOS A REPUBLICA DOMINICANA


¨Y aunque parezcan a primera vista dos cuestiones muy distintas, las de la inmigración y la naturalización, tienen una gran afinidad, porque son los inmigrantes quienes se van a naturalizar en el mañana, y todos los que llegan al territorio dominicano y se quieran hacer ciudadanos dominicanos.  Porque no nos conviene, por ejemplo, que esos haitianos que nos invaden se hagan dominicanos.  Tal vez haya la necesidad de dar leyes que pongan coto a esa invasión haitiana¨  (Diputado Luis F. Mejía.  Asamblea Revisora de la Constitución de 1924).


I
1960-1970


     El 8 de enero de 1960, Don German Emilio Ornes Coascou, entonces en el exilio, publicó en el diario El Mundo de San Juan, Puerto Rico, un artículo titulado “Trujillo Vuelve a Importar Haitianos Para Abaratar la Producción de Azúcar”. Así decía:

“…estos días están de regreso en la República Dominicana los hermanos e hijos de los miles de hombres, mujeres y niños que, con el terror indeleblemente marcado en sus rostros oscuros, abandonaron en penosa desbandada ese país, hace 22 años, para internarse en la tierra de sus mayores –que para muchos de ellos era ya una tierra totalmente extraña- en busca de protección  contra inhumanas persecuciones (sin precedentes o paralelo en nación alguna de este Continente) que en el breve lapso de tres horrorosas noches de “afilados cuchillos" segaron la vida de alrededor de 15,000 de sus pacíficos e indefensos compatriotas. Un acuerdo firmado entre los representantes de Trujillo y Duvalier en la capital dominicana, en las postrimerías de 1959, estipula que la República Dominicana ha accedido a recibir jornaleros temporeros haitianos para ser utilizados en labores agrícolas, especialmente en la siembra y corte de la caña de azúcar”.


     Es a partir de la mitad de la década en que fue escrito el artículo del extinto periodista dominicano Ornes Coascou que en la República Dominicana se convierte en una constante la afirmación de la existencia de un éxodo masivo” de ciudadanos haitianos hacia nuestro país, calificándose ese hecho como de “una invasión pacífica” que desde entonces y sin parar se produce sobre esta parte de la isla.

     En el origen mismo de esta afirmación se encuentra el Doctor Joaquin Balaguer.  El 5 de diciembre de 1966, como Presidente de la República Dominicana, pronunció un extenso discurso a la Nación y entre otros aspectos hizo referencia al tema de la migración irregular haitiana .

     Conforme relata el periódico Listín Diario en su edición del día siguiente, el líder reformista y entonces Primer Magistrado de la Nación dijo queunos 300,000 haitianos han penetrado irregularmente en el país durante los últimos cinco años, debido al abandono en que se ha mantenido la frontera y a la falta de una política inmigratoria inspirada en los intereses de la República”.

     A pesar de tan categórica afirmación, y en contra de lo que sería una política pública en el tema migratorio, lógica y coherente con su planteamiento, el Presidente Balaguer suscribió un acuerdo con el gobierno de Haití para importar braceros haitianos para el corte de la caña, justificándolo en que los dominicanos se resisten al corte de la caña: “Bastaría que un grupo de dominicanos demuestre su decisión de dedicarse a ese oficio en la próxima zafra para que el Gobierno se abstenga de cursar cualquier solicitud encaminada a la contratación de braceros de nacionalidad extranjera”.

     La referencia en este discurso a la Nación del Presidente Joaquin Balaguer respecto del tema migratorio haitiano, ocasionó duras críticas en los predios del edificio del Congreso Nacional, fundamentalmente por dos senadores del opositor Partido Revolucionario Dominicano, los señores Secundino Gil Morales y Pablo Rafael Casimiro Castro. 

     Gil Morales refutó el argumento de que el dominicano no le gusta cortar caña, señalando que el dominicano sí puede cortar la caña porque en 1962 lo demostró, señalando que en todo caso “si hay en la Republica Dominicana unos 300 mil haitianos debió utilizarse parte de ellos en la realización de las zafras azucareras del pais” (El Caribe, 21 diciembre 1966). 

     Por su parte, Casimiro Castro acusó al Presidente Balaguer de ser “el principal agente de haitianizacion de la República Dominicana” (El Caribe, 21 diciembre 1966).


     En el año 1967, un personaje de la vida pública aun activo, el Dr. Leonardo Matos Berrido, en su condición entonces de Director General de Migracion, se refirió públicamente al problema de la “invasión pacífica de haitianos” al territorio nacional, haciendo la sugerencia de que esa situación fuera planteada en la Cumbre de Las Américas que iba a tener efecto en Punta del Este, República Oriental del Uruguay: Ese importante evento podría ofrecer una gran oportunidad para llamar la atención de las naciones americanas sobre esta situación, que gravita sobre el destino mismo de la República Dominicana, para plantear ante ellas la política que ha venido siguiendo el actual Gobierno Constitucional para enfrentar el problema con la energía que sus recursos permiten, y para solicitar el concurso de las naciones americanas que puedan ofrecerlo y de los organismos internacionales calificados, con adecuados planteamientos sobre la naturaleza y gravedad de este problema, cuya magnitud hace impostergable su solución” (Listín Diario, 31 marzo 1967).

     La prensa nacional siguió recogiendo a finales de la década de los sesenta del siglo pasado con gran despliegue el problema de la  alegada “invasión haitiana” a República Dominicana. 

     En efecto, en las páginas del periódico El Caribe del 5 de julio de 1968, apareció un titular que recogía declaraciones del Presidente Joaquin Balaguer del día anterior: “Estima Peligro el Exodo Haitianos Hacia el País”. 

     Conforme a la crónica periodística, el Presidente Balaguer en una rueda de prensa improvisada en el Palacio Nacional, luego de la presentación de credenciales del nuevo Embajador de Haiti, señaló que era “un peligro para la nacionalidad dominicana el continuo éxodo de haitianos a este país...por la misma razón de que estamos en vías de llegar a una superpoblación y si se aumenta con la afluencia de haitianos, pues el problema se agrava, es natural”.  Señalaba que expresaba esto “no porque seamos contrarios a Haiti ni creamos conveniente que se creen barreras entre los dos países, sino que es un problema de orden demográfico, un problema físico”.


    Días más tarde, el mismo tema era motivo de noticia, conforme recoge el 18 de julio de 1968 el periódico El Caribe, en una crónica del periodista Don Alvaro Arvelo hijo, que al dar constancia de una declaración escrita del activo senador opositor por la Provincia de La Romana, Secundino Gil Morales, dio lugar al siguiente titular: “Consideran que República Dominicana Se Encuentra Invadida por Haitianos”.


     Conforme a la nota periodística, el Senador perredeísta expresó que esa masiva cantidad de haitianos en el país era  por ahora pacífica”, no obstante expresar su temor de que “el éxodo haitiano que padecemos se pueda convertir en acción armada”. Secundino Gil Morales fue aun mas lejos: “En mis declaraciones dije también que creía de interés nacional levantar inmediatamente un censo de haitianos que residen en nuestro país; y que convenía aprobar un proyecto de ley sometido por nosotros a la consideración del Senado en todas las legislaturas a partir del año 1966, y el cual no se ha logrado discutir, tendiente a prohibir la importación de braceros haitianos para el corte de la caña en los centrales azucareros y a la deportación de todos los haitianos que hayan entrado de forma ilegal a nuestro territorio.  Medidas dominicanas.  Sencillísimas"



     Varios días después de las duras consideraciones del senador Secundino Gil Morales, el Secretario de Estado de Interior y Policía, Dr. Federico Smester, declaraba que la “existencia de millares de haitianos en el país “es un problema vital”, dando lugar al siguiente titular de la primera plana del periódico Listin Diario: “Dicen Haitianos en País son un Problema Vital. Smester Informa se prepara Censo” (23 julio 1968).

     El año 1968 continuó activo! Esta vez le tocó el turno al Presidente del Consejo Nacional de Fronteras, el internacionalista Carlos Sanchez y Sanchez, quien advirtió que “si no se controla a tiempo el éxodo de haitianos, al paso de los años podría peligrar “la seguridad del Estado”; consideró que estimaba que en territorio dominicano deben de haber unos 300 mil haitianos lo que deja latente “el peligro de la minoría racial” que puede ser “la base de una quinta columna haitiana”.  Advirtió que la República Dominicana “podría ser, inclusive, el blanco de criticas internacionales en el futuro por parte de Haiti que exigiría respeto por los derechos humanos a los ciudadanos de su país residentes en el nuestro” (Listín Diario, 30 agosto 1968).

     Despedimos la década de los sesenta del siglo pasado con nuevas declaraciones de parte de otros miembros del  Consejo Nacional de Fronteras, los señores Jose Gautier y Efraín Reyes Duluc. 


     En una sesión de ese Consejo del 14 de noviembre de 1969, la intervención de estos consejeros sirvió de base para  un titular en el periódico El Caribe del día siguiente: “Demanda Buscar Solución a Penetración de Haitianos”. 

    Gautier señalaba que debe “meditarse profundamente sobre el conflicto que se viene creando cuando haitianos cruzan indebidamente la frontera o arriban al paìs mediante contratos de trabajo en los ingenios azucareros, y se quedan en el territorio nacional”. 


     Por su parte Efraín Reyes Duluc decía que no solo están en la frontera sino que han invadido todo el país y en especial la región Este.  Anteriormente los haitianos estaban en los campos, pero ahora han invadido las ciudades y están al frente hasta de negocios”.

II
1970-1979


     Sugiere Organismo Evite La “Invasión” de Haitianos”.  Así titulaba El Caribe el 1 de septiembre de 1972, unas declaraciones del Dr. Francisco Rodriguez Lazala, miembro del Consejo Nacional de Fronteras, en las que sugería “la creación de una comisión con poderes que evite la invasión pacifica de nacionales haitianos a territorio dominicano” agregando que “ese problema que hoy lo vemos pequeño, mañana nos traerá como consecuencia las mismas mortificaciones que ocurrieron años atrás”.


     Casi concluyendo el año 1972, el periódico El Caribe publicaba el 18 de diciembre un titular con declaraciones del Vice-Presidente Carlos Rafael Goico Morales, que decía: “Goico Afirma Dominicanos Son Negligentes ante Penetración”. 


     En efecto, el Vicepresidente Goico Morales consideró como de proporciones alarmantes la entrada de haitianos al país originado en la negligencia de los dominicanos.  Señaló además:  “Somos generosos y practicamos la filantropía, pero la interrogante fluye a flor de labios: quid del hijo de haitiano nacido en el territorio dominicano?”.

     El mes de septiembre de 1973 resultó ser, como ahora ocurre, de especial histeria.

     El día 5 se efectuó en el Palacio Nacional una reunión de la Comisión Nacional de Desarrollo, en la que su Presidente Don Luis Juliàn Pérez denunciaba que “la región oriental del país está saturada de haitianos” por lo que solicitó al gobierno del que formaba parte que “tome medidas para repatriar a los nacionales del vecino país que vienen al corte de la caña”. Sostuvo que la “afluencia de haitianos equivalía a una invasión pacifica”. (“Afirman Región Esta Saturada de Haitianos”, El Caribe, 6 septiembre 1973).

     No podían quedarse atrás nuevamente del protagonismo oficial de la denuncia los miembros del activo, pero infecundo, Consejo Nacional de Fronteras. 

     Una reunión efectuada el 13 de septiembre de 1973 generó un titular aparecido en el vespertino Ultima Hora del día siguiente, bajo la firma del periodista Guarionex Rosa: “Miembro Consejo de Fronteras Reitera Hay Invasión a RD por parte de los Haitianos”.  En esta crónica el periodista Rosa hace constar que habían llovido las denuncias “sobre lo que se da en llamar invasión pacífica de haitianos y algunos miembros sugirieron llevar el caso a las Naciones Unidas”.  


     La pólvora que desató esa encendida reunión fueron unas declaraciones del embajador haitiano de entonces Clement Vincent, así como del Director General de Migración Cesar Oliva, el primero negando la existencia de una invasión pacífica de haitianos, y el segundo señalando que la presencia de picadores de caña haitianos se ajustaba al acuerdo dominico haitiano.

     En la sesión del Consejo Nacional de Fronteras a la que nos referimos, el señor José Gautier, miembro,  y el Embajador Jacobo Helu Bencosme, jefe del despacho haitiano de la Cancillería, reiteraron la existencia de una invasión pacífica de haitianos al país y que eran “habladores el embajador de Haití señor Vincent, el CEA y el director de Migración”. 
     
     El Presidente del Consejo, Lic. Carlos Sanchez y Sanchez no podía quedarse atrás, y señaló que “ningún haitiano ha venido aquí para algo útil”.

     Hasta la Iglesia Católica recibió duras críticas en el curso de la reunión del Consejo Nacional de Fronteras del 13 de septiembre de 1973, ya que uno de sus integrantes, el señor Felipe Sosa, quien dijo que con que derechos la Iglesia católica ha patrocinado la realización de un estudio sociológico en la zona fronteriza, y “con que derecho la Iglesia católica mantiene haitianos en el lado dominicano de la frontera”.

     Siendo ahora opositor a su antiguo líder el Dr. Joaquin Balaguer, el Lic. Luis Julian Pérez apareció públicamente en escena con el tema de la migración irregular haitiana, en su condición de Presidente del Movimiento de Salvación Nacional, declarando el 8 de septiembre de 1977 que “el territorio nacional es invadido pacíficamente por grandes cantidades de haitianos que pasan las fronteras subrepticiamente o con el respaldo de las autoridades...hay unos que se dedican al comercio y son buhoneros; otros trabajan en la construcción de obras públicas o empresas privadas; algunos son billeteros y quinieleros, y un número de ellos, con sus ahorros de la última zafra, compran posesiones a dominicanos en tierras pertenecientes al Estado o a particulares, con la secuela obligada al poco tiempo de que el dominicano vendedor se convierta en peón o bracero del haitiano, acabando este último por vivir maritalmente  con la hija del dominicano con quien crea una familia irregular” (Julian Afirma Haitianos Se Infiltran en el Paìs. El Caribe, 9 septiembre 1977).


      El Dr. Joaquin Balaguer, ya en plena campaña en busca de su tercera reelección consecutiva, en un mitin llevado a efecto el 11 de abril de 1978, volvió a la carga con el tema, como si no hubiera tenido la dirección del Estado en los tres periodos presidenciales anteriores.  

     Al referirse a la penetración de haitianos, el Doctor Balaguer dijo que había que ponerle freno, y que “es una advertencia que debían tener presente todos los moradores de Dajabón y la zona fronteriza”, pero que había que hacerlo “en la forma civilizada como exigen las buenas relaciones con Haití y con todos los países de América y del mundo...no queremos rozamientos con nuestros vecinos, por el contrario nuestras relaciones deben ser buenas sobre el plano de amistad, de mutuo respeto y consideración reciproca”.  (Balaguer Dice en Dajabón:  Que Esta Dispuesto a Ponerle Fin a la Penetración Clandestina de Haitianos”).

     La década de los 70 del siglo pasado no se iría sin una despedida jocosa con el tema de la “invasión de haitianos” a Repùblica Dominicana.

     El 31 de enero de 1979, el periódico El Sol traía el siguiente titular: “Cornielle considera que el mayor peligro de la presencia de haitianos en RD es que estos practican la antropofagia”. 


     Se refería la nota periodística a las palabras vertidas por el Dr. Carlos Cornielle, antiguo miembro del Consejo Nacional de Fronteras, en ocasión de la puesta en circulación de su obra “Proceso Histórico Dominico-Haitiano” en la Biblioteca Nacional, entonces dirigida por el poeta Tony Raful.  Dijo Cornielle en ese acto que “el mayor peligro de la presencia de haitianos en el país es que estos todavía tienen en su ánimo, en su espíritu y en sus ancestros, la práctica de la antropofagia...contrario a lo que se dice, la invasión de los haitianos al país no es pacífica sino agresiva, por el vudu, a todas luces anticristiano, el fetichismo, la brujería y el dominio de la conciencia dominicana a base de superchería anticristiana y satánica”.

     Y el 12 de diciembre de 1979, el Senador Victor Gomez Berges declaraba en el Senado de la República que “se oponía a la contratación de braceros haitianos porque en el país hay ya unos 400,000 haitianos ilegales” afirmando que eso constituía “una invasión pacífica”. (Senador Pide Descontinúen Traída Braceros Haitianos.  El Caribe, 13 diciembre de 1979).

III
1980-1990


     Otro año en que la histeria por la posibilidad de la “invasión haitiana” a República Dominicana estuvo presente fue el 1980.

     El día 7 de enero de ese año, el ex general Elias Wessin y Wessin, según reseña el periodista Roberto Marcallé Abreu al día siguiente, en el periódico El Nacional, formuló duras criticas al Presidente Antonio Guzman Fernandez, señalando que la presencia de medio millón de haitianos en el país le quitan a los dominicanos las pocas oportunidades de empleo y alimentación que existen.  Dijo, además, el entonces Presidente del Partido Quisqueyano Demócrata, que “por negligencia o incapacidad de los distintos gobiernos no se cumplió con los contratos de trabajo de los nacionales extranjeros de los que dijo que especifican claramente que luego de la zafra deben volver a su país.....están dedicados a labores de albañilería, a vender quinielas, a manejar carros públicos, a prestar a rédito y a negocios de comestibles,  y por esta razón no quieren cortar la caña”.

     Varios días después de las declaraciones del ex general Wessin y Wessin, el 14 de enero de 1980, Don Negro Veras escribió un articulo titulado “Invasión pacífica de haitianos”, en el Periódico El Nacional, donde, entre otras cosas, señalaba:

“Los racistas y antihaitianos se sirven del antihaitianismo conforme convenga a sus intereses.  Así, por ejemplo, cuándo venden los haitianos como esclavos para cortar la caña, o para trabajar en fincas de arroz, los antihaitianos no dicen nada, se mantienen en silencio.  Pero cuando los haitianos protestan por los abusos que se comenten contra ellos, o cuando la opinión publica nacional e internacional denuncia la vida amarga que viven los haitianos en la República Dominicana, entonces los ideólogos del racismo y el antihaitianismo se alarman diciendo “los haitianos están invadiendo la República Dominicana”, “los haitianos están haciendo una invasión pacífica”.

     No debe olvidarse que en mi anterior entrega sobre este tema en mi blog, al reseñar el debate sobre el problema migratorio haitiano que tuvo lugar en el año 1979 entre los hoy magistrados del Tribunal Constitucional dominicano, los Doctores Victor Gómez Berges y Milton Ray Guevara, un “patriota a toda prueba” como Don Victor Gómez Berges, utilizaba la misma expresión que Don Negro Veras en su artículo, respecto de la compra de braceros: “No se justifica que a esta altura del siglo veinte en donde la defensa de los derechos humanos y la dignidad del individuo constituyen prerrogativas inherentes en los foros internacionales y ardientemente defendidas por la conciencia universal, estemos todavía comprando trabajadores a Haití para realizar faenas agrícolas en la República Dominicana”.

     El tema del éxodo o invasión por parte de braceros haitianos a nuestro país continuó presente el resto del año 1980, veamos:


  • el 22 de abril, el embajador haitiano Fritz Cineas negaba que se estuviera produciendo un éxodo de picadores haitianos en los ingenios estatales (Embajador Cineas Niega Exodo Braceros Haitianos.  Listín Diario, 23 abril 1980);
  • el Senador perredeísta por La Romana, Dr. Radhames Rodríguez Gomez, dijo que la invasión pacífica de haitianos constituía un gravísimo problema para el país y que “hay que detenerla definitivamente cueste lo que cueste...no soy partidario de que se haga un corte como hizo Trujillo en el año 1937, que mató 7 mil haitianos.  No estoy de acuerdo con que se mate uno solo, pero sí que se recojan y lo manden para Haití” (Senador Cree Grave Problema Invasión Pacifica Haitianos.  La Noticia, 10 mayo 1980);
  • el Mayor General Rafael Valdez Hilario, en su condición de Presidente del Consejo Nacional de Fronteras, expresó en Elias Piña que a ese órgano le preocupaba la inmigración de haitianos, pero que ese problema se resuelve “únicamente mejorando el nivel de vida...Quien detiene el hambre”.  En la misma reunión, la senadora por la Provincia Dajabón, Haidee de Carrasco, dijo que en la frontera residen tantos haitianos que ya no se sabe realmente quién es haitiano y quién es dominicano...Los haitianos nos están invadiendo pacíficamente.  En Dajabón estamos llenos de haitianos; y la situación es tal que hasta en Santo Domingo se encuentran trabajando en el concho, de paleteros o en bombas gasolineras.........los haitianos saben que son negros y que provienen de Africa, pero los dominicanos sabemos que somos descendientes de España y, sin embargo, rechazamos a España” (Valdez Hilario atribuye al hambre la inmigración de haitianos; reclama la ejecución de planes de desarrollo en la frontera.  El Nacional, 11 agosto 1980); y
  • el 18 de septiembre, el periodista Don Francisco Alvarez Castellanos, que cubría en ese entonces la fuente del Congreso Nacional para el periódico Listín Diario, se hacía eco de las expresiones alarmantes por la presencia de miles de haitianos en el territorio nacional, que no sólo desplazaban de los trabajos a los dominicanos sino que además “raptan, violan y roban”, a decir del entonces diputado reformista Manuel Casado Diaz.  De la “verdadera oleada de inmigrantes” se quejaba igualmente el diputado perredeísta por Valverde, Dr. Herminio Pichardo De León.  El reformista por Espaillat, Dr. Silverio Lopez señalaba que lo que se está produciendo es “una verdadera invasión pacífica de imprevisibles resultados” expresando además que “al paso de los haitianos han aumentado las enfermedades venéreas en la zona.  Es necesario que tomemos esto en serio”.  La diputada perredeísta Zofía Leonor Sanchez Baret abogó porque la Cámara de Diputados estudie a fondo las denuncias y tuvo palabras de críticas para un eminente jurista que constantemente sale al paso de lo que se dice contra los haitianos, y que entiende que repatriar a los inmigrantes a su país de origen es una violación de los derechos humanos (Diputados se Alarman Del Exodo de Haitianos.  Listín Diario, 18 septiembre 1980).
     El tiempo pasa, y ya en plena campaña presidencial de 1986 del “vuelve y vuelve”, el candidato del Partido Reformista Social Cristiano, Dr. Joaquin Balaguer, se adelantaba a decirle a la nación en Mao, Valverde, que era necesario traer braceros haitianos familiarizados con el corte de la caña, porque sino la situación del CEA se tornaría critica (JB Estima Necesario Traer Braceros Haití.  El Caribe, 6 de marzo de 1986).

IV
1990-1997

     Cinco años después, en agosto de 1991, el Listín Diario traía el siguiente titular: Balaguer advierte problema haitianos en país”. 

     Conforme a la nota del periodista Domingo Saint Hilaire, el presidente Joaquin Balaguer advirtió ayer que la presencia de los haitianos es un problema fundamental que no puede descuidar este ni otro gobierno que tenga conciencia nacionalista.  Recalcó el interés de mantener el país “independiente, con sus rasgos propios, que pueda colaborar con las demás naciones, inclusive con el propio Haití, y que no comprometa su futuro, su personalidad, como nación independiente, como nación iberoamericana”.

     Ya en el primer gobierno del Doctor Leonel Fernández, el vocero reformista en la Cámara de Diputados Luis Emilio Reyes Ozuna, decía lo mismo que su líder el Dr. Joaquin Balaguer había dicho 29 años atrás, de que había que parar el éxodo de haitianos, agregando esta vez que “a cualquier precio”.

     Entonces insinuaba el vocero reformista en la Cámara Baja, una falta de firmeza del Presidente Fernández Reyna: “todas las fuerzas sociales del país estarían en la mejor disposición de solidarizarse con una actitud firme del gobierno que encabeza el Presidente Leonel Fernández Reyna para frenar la migración ilegal de haitianos, no importa las críticas que puedan hacer al país algunos organismos internacionales” (Vocero del PRSC Dice hay que parar el éxodo haitianos a cualquier precio.  El Siglo 7 febrero 1997).

V
Consideraciones Finales

     En los últimos tiempos recibo en mi what´s app, en mi correo electrónico, en mi cuenta de Facebook, mensajes que ponen como referencia de un Presidente defensor de la nacionalidad dominicana frente al “peligro de la invasión haitiana” al Doctor Joaquin Balaguer. Creo que el contenido de este relato es suficientemente expresivo de todo lo contrario.  De que a él corresponde la mayor cuota de responsabilidad de lo que hoy constituye el más difícil desafío que enfrenta nuestra nación.

     Un gobernante, que con plena conciencia del tema asume el mando en 1966 criticando la ausencia de una política migratoria estatal como causante del éxodo de haitianos a República Dominicana, transcurren sus doce años de gobierno de 1966 a 1978, en medio de denuncias permanentes de funcionarios de su propio gobierno de los grandes desafíos para el país en materia migratoria, y el resultado es que no hizo absolutamente nada respecto  de lo que criticaba en su discurso del 5 de diciembre de 1966. 

     A esto se agrava, que como dijera el Dr. Milton Ray Guevara, al responder las imputaciones del Dr. Victor Gómez Berges a Don Antonio Guzman Fernández en 1979, los recursos del boom azucarero no fueron utilizados para el bien del país en este tema, pues sencillamente lo que mandaba el interés nacional no se cumplió, que era la mecanización del corte de la caña, que fue durante mucho tiempo la razón de la corriente migratoria haitiana a República Dominicana. 

     Esto resulta aún más dramático porque cuando el Dr. Joaquin Balaguer se acerca nuevamente al poder en 1986, antes de las elecciones comenzaba ya a justificar la necesidad de importar nuevamente braceros haitianos para el corte de la caña, y todavía en 1991 seguía jugando con la ignorancia y la falta de memoria del pueblo dominicano expresando que la presencia numerosa de haitianos, que su omisión gubernativa había propiciado, era un problema fundamental para la República Dominicana.

     Esos personajes de nuestra vida pública, algunos incluso funcionarios y/o aliados de la presente Administración de Gobierno, que hoy evocan con añoranza a ese líder –Balaguer- que supuestamente era un verdadero defensor de la patria en contra de la invasión haitiana y a favor de los valores de la dominicanidad, deberían hacer una pausa y estudiar un poco de historia.

     Una cosa es denunciar la “invasión” de haitianos y la “amenaza” a nuestra nacionalidad, y otra muy distinta es hacer algo para buscar soluciones. El uso del tema haitiano siempre ha dado beneficios políticos y por eso resulta más rentable denunciar que hacer. Por Balaguer no haber hecho absolutamente nada para enfrentar la migración haitiana durante los veintidós años que tuvo en el poder desde 1966 –más bien propició como política de Estado la entrada de decenas de miles de haitianos al país- es en gran medida por la que tenemos el grave problema que hoy vive la nación.

     Resulta irónico que sea al presidente Danilo Medina, el único Jefe de Estado de la República Dominicana que ha emprendido acciones firmes y bien encaminadas para enfrentar esta problemática, al que se quiera responsabilizar de situaciones que fueron creadas y auspiciadas por otros, entre ellos los que se hacen pasar por grandes patriotas.


Pazo de Mariñan. Bergondo. 
Provincia A Coruña. España
9 marzo 2015